Page 61 - Libro LEI 2020
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Océano
Elsa terminó de escribir la frase y releyó la carta, intentando
convencerse de que así estaba bien, de que eso era exactamente lo
que quería decir. Probó la conjunción de aquellas palabras, se aseguró
de que la analogía fuese correcta y cotejó el sentido del mensaje: la
lógica indicaba que todo lo escrito era lo que debía ser. Algo le dijo
que tenía que cambiar la última palabra. Un mar no era lo
suficientemente grande. Se decidió por océano, y ahora sí, en una
nueva lectura sintió el inconfundible sabor de la satisfacción de
terminar una tarea difícil.
Venimos de mundos diferentes, es como si un océano nos separara.
Se quedó sentada frente al papel unos minutos en silencio,
escuchando sólo el ruido blanco de la noche y viendo las sombras
extrañas que la llama de la lámpara a querosén dibujaba sobre sus
palabras. Repentinamente, en un movimiento brusco e incontrolable,
tomó la pluma y comenzó a tachar las líneas. No era un acto
consciente, no era su mente la que daba la orden a su mano, era otra
cosa, un impulso que no podía frenar. Una sensación de calor emergía
de lo profundo de su pecho y se apoderaba de su brazo, dando paso a
un hormigueo que llegaba hasta la punta de los dedos con los que
sostenía la pluma que se me movía irremediablemente de un lado a
otro oscureciendo cada renglón y tapando cada palabra que minutos
antes Elsa había dado por sensata.
Sin recordar haberse quedado dormida, despertó a la mañana
siguiente, echada sobre la carta. La observó: tan sólo algunas palabras
quedaban intactas, flotando en un mar de bucles negros.
Domingo,
nada
más
importa.
juntos,
ni un océano nos para.
Melanie Djeredjian
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