Page 25 - Libro LEI 2020
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El cisne
Aquella tarde de verano los cisnes nadaban plácidos en las aguas
mansas. La niña, asomada al borde del lago los miraba absorta.
Uno de ellos se detuvo cerca, sus ojos se encontraron con los de la
pequeña que abrió sus brazos imitando el vuelo de un ave. Su
madre la abrazó y la llamó: mi cisne. Desde ese momento todo el
que la conociera la llamaría de ese modo.
El cisne siguió su rumbo, pero sus ojos vivaces quedaron
plasmados en esos otros ojos oscuros que lo siguieron
asombrados. A partir de entonces “volar” como ella llamaba a ese
correr agitando sus brazos se convirtió en su juego favorito. Cierto
día el aire perfumado de la tarde la envolvió con los compases de
una música nueva. Por primera vez tembló su alma. Comenzó a
girar. Bailar. Volar.
Sus rústicas zapatillas de lona se convirtieron en sus primeras
zapatillas baile. Deshechó los cordones y las sujetó con cintas a
sus piernas. Poco después y por su expreso pedido ingresaba a
una de las mejores escuelas de danzas. Tembló el día en que se
calzó las verdaderas zapatillas de baile.
Más tarde comenzaron el trabajo, ensayos interminables,
cansancio y también algunas lágrimas. Todo ese mundo fue
modelando su cuerpo y su alma. La noche del debut como primera
bailarina fue consagratorio.
-No se desplaza, vuela sobre el escenario- decían las crónicas
teatrales del día siguiente.
En el lago, el cisne batía sus alas.
M. Teresa Canovari
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