Page 51 - Libro LEI 2020
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La calma infinita de estar en casa.








               Se calza su morral, pero antes de salir y queriendo un poco

               más, enciende su pipa, se apoya en la ventana que da al

               sudeste,  ve  entrecolarse  la  luz  del  sol  apenas  en  su

               nacimiento, y entrecierra sus ojos dejando pasar el humo

               lento dentro de sí.



               Por un instante recorre todo lo acontecido, reparando en

               cada detalle. Ahora el aroma dulzón de su pipa, se mezcla

               con el del pan tostado y el del café hechos hace sólo un

               rato.  Es un gozo que lo aletarga, tal vez el último y una


               gota que no se anima a llamar lágrima, cae sin invite sobre

               su mejilla.


               Ese dolor que insiste en repetirse y que no miente, como

               tantas  veces  una  lágrima  sola  y  furtiva,  es  conocido,  ya

               sabido aunque inesperado. Casi tan así como la caída de la


               primera  hoja  que  anticipa  al  otoño.  O  la  salida  de  un

               laberinto de ligustros.  Todo podía significar una sola cosa:

               que no sería la última vez, que habría que seguir.









                                                                                         Ol Anton




                                                                                                    50
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